Razón del trigo

 Derramó harina sobre la mesa y formó un círculo. 

Agua  y sal en el centro eran el corazón de un volcán en silencio.

Acercó sus manos y sintió. 

Quiso la paciencia 

que fuese una esfera primero 

una piedra blanda rodando por el centro de la mesa. 

Hubo que ofrecerle unos minutos más, para decidir su forma 

para escuchar a las manos 

que le daban vida

para confiar y ser dividida 

para que su cuerpo se alisara redondo 

en la palma de la mano.

Como toda cosa viva 

se tomó unos minutos más para crecer.

Cuando fue el momento 

ardió al calor de la leña 

en el cóncavo infierno de barro y ladrillo.

El aire lo anunciaba.

En la mesa 

esperaba en silencio 

para que cada rodaja contara en la boca

su razón 

su razón de trigo.

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